Olía aún a noche cuando tímidos rayos de sol comenzaron a penetrar entre las rendijas de la persiana… En la habitación se podía respirar un solo sentimiento: desesperación. Las delgadas líneas de sol habían empezado a colorear su rostro aún húmedo. La llegada de un nuevo día podía confirmarle lo que más temía, el tiempo no se había parado.
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