"El escritor es un ingeniero del alma"

miércoles, 11 de marzo de 2015



Indecisa frente al inmenso armario se preguntaba cómo cubrir la delicada piel que poseía para la ocasión. Intuía que hoy podría llegar a ser un día diferente, tal vez un día mejor. Después de varias prendas y algún que otro baile al ritmo de una música procedente de alguna parte de aquella inmensa casa decidió iniciar su jornada con una gran sonrisa. Como cada mañana la puerta se quedó atascada al salir. Un, dos y tres intentos eran necesarios para poder cerrar aquel prehistórico trozo de madera que la separa del mundo real.
Las calles, aún somnolientas ante la temprana salida del sol respiraban el fresco propio de una mañana de primavera. La acera parecía crearse al ritmo que sus pies aceleraban el paso. No había nada más, no existía mundo fuera de lo que pisaba y veía. Uno, dos. Uno, dos. Cada vez estaba más cerca de su destino.
Pero al intentar cruzar el paso de peatones el color cambió. "Maldito semáforo" pensó. Todo el mundo sabe que el tiempo pasado esperando se considera perdido. Nunca volveremos a recuperarlo. Al otro lado, un chico parecía estar sufriendo el mismo tipo de tortura mundial aceptada que ella. Disimuladamente se fijó en el libro que sostenía en las manos. Dickens, buena elección. En tan solo 30 segundos descubrió que sus ojos conjuntaban con su camisa y sonreía sin aparente motivo como si hoy fuera a ser un gran día en su vida. Quizá había encontrado trabajo. Tal vez acababa de terminar ese libro. Puede que se dispusiera a dar un paseo o incluso que buscara a alguien. Tras 20 segundos descifró el ritmo al que movía el pie al son de una música que tan solo él escuchaba. Y con los 10 segundos restantes consiguió encontrar su mirada y mantenerla. Sus mejillas enrojecieron y los latidos de su corazón rujían como si de una estampida se tratara.
El color del semáforo cambió y ambos se cruzaron con una leve sonrisa más propia de jóvenes adolescentes en plena etapa de enamoramiento. Una vez al otro lado de la calle él se perdería entre la levedad de las mañanas frescas de primavera para siempre.
Había pasado tanto tiempo indecisa ante aquel armario... Pensando que hoy iba a ser un gran día.
Un gran día

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