"El escritor es un ingeniero del alma"

miércoles, 25 de noviembre de 2015


Siempre me he sentido perteneciente a ese grupo de personas que a lo largo de su vida, por diversas razones, nunca dejan de sentirse solas. Ese vacío dentro de tu pecho cuando estás en soledad no disminuye a menor distancia de las personas. A veces incluso lo potencia.
Robin Williams decía que lo peor en la vida no es acabar solo, sino acabar con alguien que te hace sentir solo. A día de hoy tras experimentar ambas situaciones me creo en el derecho a decir que lo peor en la vida no es acabar solo, sino sentirte siempre solo.
Y aún así intentar no dejar de brillar.

lunes, 23 de noviembre de 2015

“Muchos hombres creen que soy un concepto. O quizás les complemento. O que voy a darles vida.
Solo soy una mujer jodida que busca su paz de espíritu. No me asignes la tuya.”
¡Olvídate de mi!

Por mucho que creas verme alumbrar, nunca seré tu faro.
Porque hay costas que nunca tendrán dueño.

martes, 17 de noviembre de 2015

Se conoce síndrome de Stendhal a la elevación del ritmo cardíaco, confusión o palpitación ante la exposición de obras de arte, especialmente cuando son particularmente bellas.
Vivir en un síndrome constante donde la agonía reside en la insuficiencia de tiempo para retener todo lo que nuestra retina nos ofrece a cada segundo. Sentirse como un ser vulnerable, efímero y a la vez incapaz de controlar el grado de belleza residente en unas pinceladas puestas sobre un lienzo, un bloque de mármol tallado o una partitura interpretada. Experimentar, creer renacer en cada imagen, sonido, olor...
Y no querer volver a la realidad.

La gélida brisa de la realidad congeló su corazón. Dicen que, antes de la tormenta de desilusión, su alma brincaba al son de amaneceres de abril con tardes de mayo bajo el sol. Cuenta la leyenda una desaparición en el brillo de sus ojos: la del amor. Y según grandes fuentes la verás pasear entre las calles, perdida entre las sombras de la soledad y escondida en antros donde agoniza cualquier atisbo de esperanza.
Después del invierno, la nada. Hielo y nada.

lunes, 16 de noviembre de 2015



Hay días en los cuales no sé de donde ha provenido este desastre constituyente a mi persona. Sin embargo otros me siento invencible encima de un par de tacones y algo de carmín rojo en los labios.
Momentos pasan lentamente por delante de mis ojos cuando el mundo cree venirse abajo y quiero creer en algo más que un azar cruel con todos aquellos presentes en la fiesta de la vida. Solo conseguiré rendirme cuando dentro de mi solo aflore el terror de un dolor profundo desole cualquier ilusión naciente. Suelo enamorarme de imposibles, intentos kamikazes, objetivos inalcanzables. Suspiro por todo, desisto ante nada.
Pero al final siempre vuelve, ese sentimiento. Cuando todo es nada, la nada constituye un todo y yo solo quiero sentarme, cerrar los ojos y escuchar el tiempo pasar.
Y todo ello proviene de la existencia de días en los cuales no sé de donde ha provenido este desastre constituyente a mi persona. Sin embargo otros me siento invencible encima de un par de tacones y algo de carmín rojo en los labios.

lunes, 9 de noviembre de 2015


El final llegó sin avisar, los recuerdos fueron hundiéndose en el océano de la memoria mientras los días sepultaban cualquier atisbo de costumbre en una acción conjunta. Nos iremos y nada quedará de lo que fuimos mientras nos perdemos en otros ahoras, nuevos mañanas.
Los finales siempre llegan sin avisar. Porque si te avisan, tan solo es el principio del final.

Te recorre las venas lentamente, quemándote cada uno de los órganos y llegando a consumir tu cerebro. Duele. Duele mucho. Me pregunto por qué habrá tenido que venir a mi en estas noches tan frías, buscándome entre la soledad promovida por un miedo a la nada. Y me acoges en tus brazos, me meces entre el triste devenir del tiempo. Cuidas de mis miedos besándome la piel, desnudándome las dudas y vistiéndome los recuerdos, esperanzas.

domingo, 8 de noviembre de 2015


Quizá me de por escribir canciones de amor en noches de domingo con la única esperanza de poder retenerme cerca de esta realidad. La posibilidad de encontrarme cuando aún ni siquiera sé si me he perdido. Volver cuando aún no he partido.
El humo me envuelve mientras pienso en todo lo perdido en este tiempo. Las ilusiones se esfuman, decido fumarme las penas y algo intenta impedirme que me deje llevar.
Suéltame lejos, que hoy no quiero volver.

miércoles, 4 de noviembre de 2015



Esto no es una historia de amor.
Dentro de un par de horas cogerás de nuevo el tren que te llevará hasta tu casa. No mirarás hacia atrás. Jamás te importará el olor impregnado en mis sábanas justo antes de irte, el cual costará sacar meses. Después evitarás preguntar qué tal me van los días, ya no habrá mucho más por hablar. Porque hoy hemos descubierto todo el uno del otro, o al menos eso creemos.
Recorrerás kilómetros, dejando atrás todo lo ocurrido en esta tarde de otoño. Cómo el deseo nos poseyó para acabar riéndonos entre caricias mientras buscábamos en nuestras pieles la respuesta a una pregunta a la que rehuimos constantemente.
Por ello mataremos ese sentimiento, cualquier intento de nacer a ese maldito cosquilleo experimentado cuando nos mirábamos. A esa angustia comprimiendo el pecho mientras te veía marchar.
El tiempo corrió muy deprisa durante todo este tiempo para poder pararse en esos minutos decisivos. Cuando tú me tirabas del pelo y yo te sonreía con maldad. Cuando ambos sabíamos que no nos volveríamos a ver más.
Esta nunca fue una historia de amor.
Y no la volverá a ser nunca más.

Mírame


Día a día me observas como si de un juez te tratases. Me acechas a cada despertar haciéndome miles de preguntas a las que no quiero responder.
Ese maldito despertador sonó de nuevo. Quizá bebí demasiado anoche, demasiado poco. Aún huele a los restos de tabaco que dejó aquel desconocido antes de irse. Cigarros de después. Dudo mucho que haya algo después de los hechos motivados por la rabia producida a causa de una pérdida.
Me incorporo intentando no vomitar. Puede que en algún lugar de la habitación, con suerte, se encuentre algún tipo de prenda con la que cubrir este pegajoso cuerpo. Sentirse sucio con uno mismo es lo peor del mundo.
Me dirijo hacia la ducha. Tropezando con los zapatos de tacón, cojines y demás elementos posibles esparcidos por el suelo. Nunca cruzar una habitación tuvo tanto riesgo.
Llego al baño. Al parecer el gran huracán solo acabó sembrando el caos en mi habitación, todo parece en relativo orden. Mi orden siempre se ha constituido por un desorden ordenado.
Abro el armario de metal, evitando entrar en contacto contigo. Sé que estás deseando comenzar con el interrogatorio diario. Huelo tus intenciones a kilómetros. Por ello te evito. Rebusco entre peines, maquillaje y algún que otro elemento indescifrable una goma con la que sujetar este indomable pelo.
Pero hay cosas que son inevitables. Mis pulsaciones se aceleran mientras mi respiración comienza a entrecortarse; por qué habré tenido que volver a aquí, podría haber pasado el día tirada en la cama. Y de repente, ahí estás, mirándome fijamente. Miles de preguntas comienzan a emanar mientras tus pupilas se clavan en mis pupilas. ¿Qué estás haciendo con tu vida? Me pregunta esa persona que está al otro lado del espejo. ¿En qué momento te perdiste? Vuelve a susurrarme lentamente.
Reconocerme en el reflejo que mis ojos observan podría ser casi imposible. Esas ojeras pronunciadas acompañadas de alguna que otra arruga nueva, la edad no pasa en balde. Tu cuerpo cada vez más escuálido pide con ansia un poco de piedad ante unos meses de descontrol. Tu mirada me pide una tregua pero mis ojos se niegan a seguir juzgando aquello que veo.
Bajo la mirada, ese cepillo de dientes sigue ahí, donde él lo dejo. Debemos aceptar que por mucho tiempo que pase, el ya no volverá. Pero aún no estamos preparadas para acabar con esto, aún nos duelen las heridas de esperar. Por ello me dirijo a la cocina, puede que otro wiski ayude a curar.

domingo, 1 de noviembre de 2015


Cómo echar de menos algo que aún no ha terminado de suceder.

Os miro reír mientras inconscientemente dais esquinazo a la muerte del presente para haceros eternos en algún lugar de mi memoria. Vuestras siluetas expuestas al sol siempre estarán en mi corazón, y el cálido sentimiento producido por la imposibilidad de volver a repetir este momento una vez más.

Me pregunto qué habréis hecho para conseguir hacerme tan especial con tan solo vuestra compañía. De dónde sacaréis esa capacidad de brillar entre tanta oscuridad. Conseguir contagiarme a mi de tal luminosidad, y aún así no dejar de brillar.

Nunca, nunca dejéis de brillar.

El para siempre tan solo nos duró un segundo. La realidad atropelló cualquier resquicio de pasión entre nuestra alma y los deseos bailantes en la punta de nuestros dedos. Brillábamos en la oscuridad por la necesidad de encontrar un poco de cordura en la locura de morir viviendo.
Hoy me pregunto qué es hoy. Porque soy consciente de la imposibilidad de volver a un 1 de noviembre de 2015. Porque hoy ya no es ayer, ni mañana. Y lo que es hoy mañana ya no lo será.
Porque el mañana está compuesto de ahoras. Y aún es hoy.