"El escritor es un ingeniero del alma"

viernes, 22 de agosto de 2014



¿Qué ocurre cuando no te gusta lo que ves? Cuando, a pesar de haber intentado cambiarlo a través de todas las vías posible sigue sin gustarte aquello que tus ojos te muestran. ¿Borrón y cuenta nueva? ¿Aprender a vivir con ello?
Algunos llaman falta de autoestima el alegar que no te parece bien alguna parte de las que se compone tu cuerpo, pero yo creo que sin duda es falta de amor. El amor hacia ti mismo es algo tan importante casi como respirar. Aceptar cómo eres, tus limitaciones y posibilidades harán de ti alguien increíble. Aprender a quererte hará de ti alguien único y especial.
Gritar por mi, por mi y por todos los posibles yo que vendrán.

jueves, 7 de agosto de 2014


Frenas, respiras y lloras.
Un día, de esos que no esperas encontrar nada más allá de la pura rutina y los encuentros predecibles. Un buen día, una llama crece en tu corazón avivando tus sentimiento y tejiendo ilusiones cada vez más fuertes. Y es en ese momento cuando descubres que encontraste a la persona de la cual te ibas a enamorar.
Pero resulta que cualquier día, en concreto este, no estás preparado para que tu corazón consiga aceptarlo. Pasarán horas, semanas y meses hasta que tu llama sea más inmensa que cualquiera de las que mucho antes se hayan llegado a propagar en tu interior. Entonces, en ese momento, aceptas que nunca antes habías conocido persona igual ni sentimiento parecido hacia un ser humano. Tienes miedo a perderle. Crees que no mereces tanta felicidad y amor en un solo ser.
Pero lo cierto es que si la mereces. Porque un día, porque aquel día, el mundo decidió que había llegado la hora de regalarte algo que nunca nadie podrá comprar: el amor verdadero.
Por ello frenas, respiras y lloras. Por la alegría de haber podido conocerlo, el temor al mañana en su ausencia. Porque nunca habías tenido tanto miedo a perder alguien. Porque estás realmente enamorada de él.


Nunca le gustaron las fotografías. Había que cogerlo desprevenido, mirando a la nada o haciendo algo. Intentando salir mal a propósito o simplemente con una mirada que solo podía significar una cosa: "Aparta ese objetivo de mi". Odiaba su imagen plasmada en cualquier objeto digital decía, pero lo cierto es que mi interés por captarlo venció a su incapacidad de posar ante una cámara.
Y es que lejos de desear mostrar al mundo tu fotografía solo quería poder retenerte de alguna forma cerca de mi. Verte, recordar todas esas sonrisas que florecían en mañanas de miradas furtivas y tardes de escapadas a cualquier parte. Miro tu foto y un mundo de emociones aparece ante mi. Y es que aún habiendo perdido aquel bello sentimiento que nos unía. Después de dejarte atrás como una pequeña parte del pasado, he de aceptar que te busco en mi memoria cuando recorro los lugares que nos hacían soñar.
Porque conseguiste hacer feliz a una ladrona de imágenes que nunca consiguió que te dejaras captar.

Sonrisas efímeras. Sueños rotos. Emociones a flor de piel. Esperanzas perdidas. Amores fugaces. Lágrimas amargas. Abrazos que curan. Recuerdos que hieren. Miradas cargadas de amor.
Brindemos. Por lo que tenemos, de lo que carecemos y lo que vendrá.
Brindemos porque un mismo sitio tiene la capacidad ser completamente perfecto a la vez que se convierte en el infierno más cruel en tan solo segundos.
Que nunca nadie nos enseñe a vivir.



Volverá -dijiste- porque al final siempre lo hacen.
Y la profecía se convirtió en realidad años más tarde de la caída fatídica de cualquier sentimiento posible hacia su persona. Nunca supe ni albergo interés alguno en saber si algún día el arrepentimiento consiguió envolverte por aquel hecho tan fatídico que acabó emborronando un sentimiento nacido de la inocente juventud.
Ahora estás aquí, intentando volver años atrás y reparar un amor florecido de la amistad. Luchando por recomponer los trozos componentes del corazón enjaulado en tus encantos. Pero todo eso quedó atrás y hoy solo eres una vaga ilusión de la persona que creí conocer.
Hoy solo eres pasado.
Pasado y polvo

sábado, 2 de agosto de 2014



- ¿Qué te dolió más, la mentira o el engaño?
- El corazón.


Catalogaron como de valientes mi actitud ante un barranco pedregoso una espléndida tarde de agosto. Me felicitaron porque, cámara en mano, me había atrevido a subir montaña arriba simplemente para captar un par de fotos y alguna que otra vista impresionante. Sin embargo, para mi, ser valiente tiene que ser mucho más. Hay que tener mucho menos. Menos dudas ante la vida, ante los obstáculos que nos vuelven a anclar a la decepción. Menos complejos para evitar los impedimentos que nosotros mismos nos presentamos. Menos miedo a todo lo que nos rodea.
Por ello, cuando alegaron que mi hazaña había sido digna de alguien valiente yo respondí que las batallas en la vida no se juegan en montañas, barrancos o tierras donde el peligro te acecha. Las grandes hazañas siempre se harán entre pareces, con quienes conoces o desconoces, en soledad, aprendiendo a superar todo lo que nos oprime de la verdadera felicidad.