"El escritor es un ingeniero del alma"

viernes, 28 de agosto de 2015


Enséñame. A qué sabe el café después de haber despertado sonriendo a tu lado. Cómo suenan esas notas que tocas cuando estás triste y crees que nada tendrá solución. Quién te arropa entre sus brazos en los días de desesperación. A qué huelen los libros cuando cada línea me recuerda a alguna parte de ti. Cuantas calles recorreremos de la mano, corriendo, sin ningún motivo mientras tú me dices que no tengo solución. Cómo me miras cuando creo en imposibles e improbables. Y cuánto dices que amas la facilidad con la que puedo pasarme horas observando el mismo cuadro.
Enséñame. Pero enséñame a todo. Porque ante ti siento que aún no sé nada.

Esa sensación basada en no pertenecer a ningún lugar y a la vez encontrar algo de ti en cada rincón que visitas.
Hace tiempo perdí la nacionalidad por miedo a recordar. El dolor me inculcó una estrategia de salida para aquellos momentos desesperados. Correr sin mirar atrás, deseando un pasado más lento para que nunca te alcance con sus horribles recuerdos.
Sin embargo en ocasiones encontramos un lugar reconfortante donde empezar a plantar todas aquellas cosas residentes en nuestro interior. Comenzamos a construir paredes con aquellas personas en las que confiamos. Creamos un hogar.
Pero algún día, aunque creamos en su lentitud, el pasado te alcanzará.
¿Y entonces le abrirás la puerta para invitarlo a pasar?

sábado, 15 de agosto de 2015


Mil dagas no equipararán al dolor que una mentira genera en tu ser. Todas las venas de tu cuerpo se congelan lentamente mientras tu corazón se paraliza en tan solo un segundo. Dicen que una vez que te han roto el corazón solo queda volverse a fracturar en trozos aún más pequeños. Tal vez sea verdad y solo quede hacer del polvo más molido.
Pero lo que sé es que hoy, en este preciso instante, he descubierto que no fui siempre el problema. Sino más bien siempre tuve una venda puesta ante la solución.

miércoles, 12 de agosto de 2015


Uno de los recuerdos más ambiguos que mantengo me aturrulla en más de una ocasión. Hace ya algunos años, cuando aún estaba en el colegio y mantenía la esperanza de que alguna de mis preguntas acabaran encontrando respuesta, organizaron una salida escolar obligatoria a la piscina.
Odio cualquier cúmulo de agua que no tenga un fin estético o provenga de la naturaleza. Uno de los motivos es que no sé nadar y que odio la sensación de una mirada jugándote por la mera apariencia física. Y aunque hoy día soy poco más que pellejo y hueso, en ese momento digamos que me sentía inferior al resto del mundo cuando mme comparaba con los cánones de belleza.
El día de antes comencé a encontrarme cada vez peor. Fruto de los nervios que generaba el mundo pensar lo que me esperaba al día siguiente. Me puse terriblemente enferma pero ni por el hecho en sí conseguí librarme del maldito suceso.
Podría explicaros con detalles todo lo que sucedió. Como el miedo me invadió y creí que el fin de mis días acabaría en los cambiadores de aquella piscina. Relatar como los cuchicheos de quienes se creen perfecciones andantes acabaron por taladrarme las esperanzas.
Y sin embargo, después de todo lo ocurrido, no fue tan mal. Me lancé a la piscina y conseguí hacer las series propuestas a un pasoexcesivamenge lento pero llegando a la meta. Sentirse orgulloso de sí mismo es la mejor sensación del mundo.
Tras mi debut como nadadora salí de la piscina y me dirigí a los cambiadores. Volvía a un mundo cruel y superficial donde no había un hueco para nadie que no ostentara el puesto de reina del baile. Y aún así algo había cambiado.
Todo había cambiado. Porque yo, ante el desconocimiento de todos, había conseguido nadar. M

martes, 11 de agosto de 2015


Me perdí entre las mentiras y los desengaños que construyen mi vida a diario. Creí como única posibilidad rendirme ante la falsedad como método de construcción para la felicidad con fecha de caducidad y algún que otro edulcorante para no morir de tristeza.
Cuando a lo largo de toda tu vida la falsedad es lo único que conoces acabas creyendo en todo lo venidero como símil de lo anterior. Un optimista te diría que no es así, acabarás conociendo personas sin ninguna sombra guardada para ti. Tenéis suerte de no estar leyendo a una optimista.
Lo cierto es que solo encontrarás más de lo mismo una y otra vez.
Y ahora solo espero una tonta justificación que me intente acolchar mi pobre corazón ante la siguiente estocada.
Si es que lo puede soportar.



Decía Cervantes: "dad crédito a las obras y no a las palabras", pero creo que hoy día nadie le haría caso. Puesto que todos acabaríamos en la más profunda soledad.
Determinar cuan importante eres para alguien se convierte cada vez más difícil si en su lista de preferencias desconoces el puesto que ocupa tu persona. Y sé que las personas nos quieren como pueden, no como nosotros queremos. Pero lo cierto es que a veces lo único que queremos es un resquicio de seguridad que nos afirme que algo sigue vivo ahí dentro. Que aún existe la posibilidad de sacrificarse con el fin de pasar minutos contigo.
Puede que todo devenga de la negatividad que hoy impera dentro de mi ser, pero también conozco el origen de este desasosiego. Como siempre, acabaré mendigando un poco de amor. Como todos, acabareis concediéndomelo. Pero no sin antes herir.

martes, 4 de agosto de 2015


Vislumbré demasiadas muertes a lo largo de mi corta estancia en aquel pasillo donde, casi todos, tenían el mismo billete de salida a otra realidad. Mientras observaba cómo el tiempo giraba lentamente a la espera de un cuerpo cada vez más inerte. En vilo tras escuchar una despedida en la que nunca se termina de despedir a quien queremos.
Mentiría si negara el robo de una parte de ese dolor por mi persona al huir de ese momento tan desgarrador. Quizá sea eso y ahora, tras todo este tiempo, he comprendido que me llevé todas las inquietudes, esperanzas y deseos de ser mejor en un mundo lleno de dolor, soledad, desarraigo y vacío.

domingo, 2 de agosto de 2015


Hace algún tiempo creía en la existencia de algún tipo de balanza equitativa entre las cosas buenas y malas que nos suceden a lo largo de nuestra vida. Presuponía, era lógico, el inicio de una sucesión de nuevas experiencias positivas tras lo que algunos llaman "mala racha".
Con el paso de los días el tiempo se encarga de enseñarte la falsedad de esta creencia. Observas algunas balanzas más equilibradas, otras rozando el desastre emocional y algún afortunado al que la vida le sonríe constantemente. Y tras ello no puedes evitar odiar todo aquello alrededor de lo cual se erige tu pequeño infierno interno en la vida que tanto te ha costado construir.
Pero los días pasan y, mientras el resto de seres humanos conviven con aquel peso sobre sus balanzas, tú seguirás pensando las razones por las cuales hoy desearías poder poner algo más en esa parte de la balanza que nos hace sentir mejor. Desearías encontrar algo por lo que seguir creyendo que mañana, lo que hoy duele, no dolerá más.

sábado, 1 de agosto de 2015



Hay quien carece de capacidad para odiar. Tras una serie sucesiva e incesante de hechos que llevarían a levantar el rencor en cualquier ser humano, después de tanto dolor y heridas que pueden jamás sanar.
Nos hieren, arrastran nuestro orgullo por el frío y duro suelo. Sus palabras nos traspasan el alma perforándonos para siempre. Sabemos de la imposibilidad de recuperar a esa persona en nuestra vida de la misma manera, volverla a querer y respetar como antes. Apartamos a un lado cualquier resquicio de orgullo y egoísmo que pueda quedar en nuestro interior.
Y aunque ya no guardemos ni una pizca de amor hacia su ser, a pesar de todos esos recuerdos que nos perseguirán una y otra vez, decidimos perdona, introducir todo aquello que nos quema dentro de una enorme caja llamada memoria y ofrecerles nuestro apoyo. Porque no somos igual que ellos, nunca supimos mirar solo por nuestra persona dejando a un lado a los demás.
Porque al final del día lo único que nos quedará será lo que somos. Lo que somos, lo que perdonamos.