"El escritor es un ingeniero del alma"

miércoles, 12 de agosto de 2015


Uno de los recuerdos más ambiguos que mantengo me aturrulla en más de una ocasión. Hace ya algunos años, cuando aún estaba en el colegio y mantenía la esperanza de que alguna de mis preguntas acabaran encontrando respuesta, organizaron una salida escolar obligatoria a la piscina.
Odio cualquier cúmulo de agua que no tenga un fin estético o provenga de la naturaleza. Uno de los motivos es que no sé nadar y que odio la sensación de una mirada jugándote por la mera apariencia física. Y aunque hoy día soy poco más que pellejo y hueso, en ese momento digamos que me sentía inferior al resto del mundo cuando mme comparaba con los cánones de belleza.
El día de antes comencé a encontrarme cada vez peor. Fruto de los nervios que generaba el mundo pensar lo que me esperaba al día siguiente. Me puse terriblemente enferma pero ni por el hecho en sí conseguí librarme del maldito suceso.
Podría explicaros con detalles todo lo que sucedió. Como el miedo me invadió y creí que el fin de mis días acabaría en los cambiadores de aquella piscina. Relatar como los cuchicheos de quienes se creen perfecciones andantes acabaron por taladrarme las esperanzas.
Y sin embargo, después de todo lo ocurrido, no fue tan mal. Me lancé a la piscina y conseguí hacer las series propuestas a un pasoexcesivamenge lento pero llegando a la meta. Sentirse orgulloso de sí mismo es la mejor sensación del mundo.
Tras mi debut como nadadora salí de la piscina y me dirigí a los cambiadores. Volvía a un mundo cruel y superficial donde no había un hueco para nadie que no ostentara el puesto de reina del baile. Y aún así algo había cambiado.
Todo había cambiado. Porque yo, ante el desconocimiento de todos, había conseguido nadar. M

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