"El escritor es un ingeniero del alma"

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Mírame


Día a día me observas como si de un juez te tratases. Me acechas a cada despertar haciéndome miles de preguntas a las que no quiero responder.
Ese maldito despertador sonó de nuevo. Quizá bebí demasiado anoche, demasiado poco. Aún huele a los restos de tabaco que dejó aquel desconocido antes de irse. Cigarros de después. Dudo mucho que haya algo después de los hechos motivados por la rabia producida a causa de una pérdida.
Me incorporo intentando no vomitar. Puede que en algún lugar de la habitación, con suerte, se encuentre algún tipo de prenda con la que cubrir este pegajoso cuerpo. Sentirse sucio con uno mismo es lo peor del mundo.
Me dirijo hacia la ducha. Tropezando con los zapatos de tacón, cojines y demás elementos posibles esparcidos por el suelo. Nunca cruzar una habitación tuvo tanto riesgo.
Llego al baño. Al parecer el gran huracán solo acabó sembrando el caos en mi habitación, todo parece en relativo orden. Mi orden siempre se ha constituido por un desorden ordenado.
Abro el armario de metal, evitando entrar en contacto contigo. Sé que estás deseando comenzar con el interrogatorio diario. Huelo tus intenciones a kilómetros. Por ello te evito. Rebusco entre peines, maquillaje y algún que otro elemento indescifrable una goma con la que sujetar este indomable pelo.
Pero hay cosas que son inevitables. Mis pulsaciones se aceleran mientras mi respiración comienza a entrecortarse; por qué habré tenido que volver a aquí, podría haber pasado el día tirada en la cama. Y de repente, ahí estás, mirándome fijamente. Miles de preguntas comienzan a emanar mientras tus pupilas se clavan en mis pupilas. ¿Qué estás haciendo con tu vida? Me pregunta esa persona que está al otro lado del espejo. ¿En qué momento te perdiste? Vuelve a susurrarme lentamente.
Reconocerme en el reflejo que mis ojos observan podría ser casi imposible. Esas ojeras pronunciadas acompañadas de alguna que otra arruga nueva, la edad no pasa en balde. Tu cuerpo cada vez más escuálido pide con ansia un poco de piedad ante unos meses de descontrol. Tu mirada me pide una tregua pero mis ojos se niegan a seguir juzgando aquello que veo.
Bajo la mirada, ese cepillo de dientes sigue ahí, donde él lo dejo. Debemos aceptar que por mucho tiempo que pase, el ya no volverá. Pero aún no estamos preparadas para acabar con esto, aún nos duelen las heridas de esperar. Por ello me dirijo a la cocina, puede que otro wiski ayude a curar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario