El alma es como un trozo de papel. Se agrieta, rasga y arruga hasta niveles insospechables. Escribimos sobre ella, nos escriben, tachan, subrayan y garabatean. Y tras eso, tras ser mojada, rota y doblada, intentamos mantenerla.
¿Pero sabes qué?, una vez rasgado, agrietado, pintado, magullado... el papel nunca vuelve a su forma original.
Nunca volverá a ser igual.
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