Amar es participar en un campeonato donde día a día corres a 200 kilómetros por hora sin miedo a ningún obstáculo.
Lo haces porque queréis ser mejores, la velocidad os hace mejores.
El tiempo corre a vuestro alrededor y vosotros seguís en la carretera, luchando por llegar a la meta.
Pero de repente uno de los dos frena, ha habido una curva cerrada y el miedo a chocar es mayor que la confianza.
Es ese momento, justo cuando disminuyes la velocidad, has perdido a esa persona para siempre.
Y tras ello da igual cuanto aceleres, te empeñes o insistas.
Nunca volverás a estar a la misma velocidad.
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