"El escritor es un ingeniero del alma"

martes, 8 de abril de 2014


Hace días leí una reflexión en la cual se reflejaba que la imposibilidad de predecir que esta será la última vez que realices algo es lo que la hace realmente especial. Si supiéramos que no volveremos a vivir un momento, un sentimiento o una acción esa pérdida nos conllevaría a tratar la situación de una forma totalmente distinta: alterándola incluso por completo.
Y ahora piensas: si me hubiera podido despedir de ella tal y como se merecía, si hubiera sabido que iba a ser el último beso, si le hubiera dicho cuánto amor había en mi... Pero el tiempo es lineal, haciéndonos imposible la vuelta al pasado.
Pienso: Si hubiera sabido que era la última vez, la pena que conlleva el no poder volverlo a vivir hubiera cegado por completo la situación acabando con cualquier atisbo de dulzura. Y hoy sé que no volveré a ninguno de aquellos días en los que viví tantas últimas veces, pero tampoco me importa. Porque siempre tuve como filosofía dejar mi alma en cada beso, en cada abrazo, en cada despedida... Para así, cuando sea la última vez, no me quede más remedio que archivarlo en las buenas sensaciones.

Reconstruí miles de veces nuestra última vez con el fin de encontrar el qué: un fallo, una señal, un signo de que el final se acercaba... Pero tan solo pude encontrar plenitud y calma. Y a día de hoy sé que si hubiera sabido que era la última vez no hubiera cambiado nada. Porque la perfección reside en la ignorancia de saber que cualquier momento, por insignificante que parezca, puede convertirse al cabo de segundos en eterno dentro de nuestros corazones.

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